Las líneas recorren el papel blanco como un gusano interminable. Se retuercen, cambian, giran, se redoblan y conforman los dibujos de la exposición Negro sobre blanco, La línea habla que acogió la Casa de América Latina el pasado mes de marzo en Bruselas. Láminas con dibujos sencillos pero cargados de sentido, de denuncia social, de ironía. Casi viñetas, humor gráfico. Y todas con un denominador común: están hechas de un solo trazo, sin levantar la mano del papel.

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Juan Carlos Espeche con su obra Inútil discutir

Detrás de esta original forma de concebir el dibujo se encuentra Juan Carlos Espeche (La Plata, Argentina, 1934). El origen de tan peculiar técnica está en una anécdota familiar. El dibujante cuenta que su mujer le veía dibujar y dibujar en casa, y para que fuera al taller de dibujo de una amiga suya se inventó un problema de falta de alumnos. Él tenía ya los 60 años cumplidos y las clases estaban repletas de gente joven. En un intento por complacer a su mujer, creyendo que se trataba de hacerle un favor, Espeche se apuntó, pero llegaba tan cansado del trabajo a las clases que se aburría y se quedaba dormido. “Fue cuando me impuse la limitación de no levantar el lápiz del papel, para no dormirme mientras dibujaba y mantener la mano en tensión”, recuerda.

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Titanic

Su primera exposición fue en Bogotá, gracias a su hermana, que estaba a cargo de la galería Dinner’s Club y vio futuro en sus dibujos. Tras enseñarlos a otros artistas, como Fernando Botero, la decisión fue unánime. Las obras tenían que exponerse. La muestra tuvo tal éxito que Espeche se pagó el viaje a Colombia y dio comienzo a su carrera como artista ya con la edad de jubilarse encima.

“Siempre fui dibujante sin saberlo”, asegura, aunque en la vida ha dado muchas vueltas hasta encontrar esa vocación. Empezó estudiando Derecho, pero en segundo descubrió que le “repugnaba» ser abogado y abandonó. “Sabía que no era abogado, pero no sabía que era dibujante”, apostilla. Hizo entonces “mil trabajos de ganapán”, como él los llama. Llego a ser gerente de IBM o de Gillete, incluso cantó tangos en Barranquilla, un recorrido profesional ecléctico del que no se arrepiente y que forjó su carácter como dibujante: “Lo que dibujo ahora no podía hacerlo con 20 años porque había visto muy poco de la vida. He estado preso, he hecho política, perdí un riñón con la policía, tengo amigos desaparecidos… No fui indiferente a mis circunstancias”.

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Explotación

Por todo ello, sus dibujos son una representación irónica de la realidad. Casi viñetas de humor gráfico. Haciendo honor al título de su muestra, sus líneas hablan.  Argentina está presente en cada uno de sus trazos. Tiene series de tango, de gauchos, pero también de arcabuceros, de amor, y cómo no, de crítica política. “La vida es tragicómica. Para transmitirlo hay que haber vivido tragedias y comicidades. Mi padre me enseñó a no confundir problemas con tragedia. Problemas va a haber siempre. Tragedias, cada tanto. Pero si las confundo, soy un desgraciado”. Ese punto de vista de la vida queda reflejado en sus trabajos.

Asegura que aunque tenga muy clara la idea en su cabeza, no sabe cómo quedará el dibujo: “La línea sigue su propio camino, me va llevando. No puedo repetir el mismo dibujo. A veces no sé qué dibujar y frente al papel se me va ocurriendo”. Líneas con vida propia que retan el desafío en blanco del papel. Siempre negro sobre blanco. Para Espeche, el color supone más un problema que otra cosa: “Los pintores tienen el mismo problema que un elefante con diarrea. Necesitan mucho espacio. Y yo no lo tengo ni me sobra la plata. El papel y la tinta son más baratos”, subraya, aferrándose a un estilo que le ha hecho único. Pese a ello, el boca a boca ha sido su mejor aliado y aunque ha expuesto alguna vez en Buenos Aires, su página web es la mejor galería de su obra, que vende también por Internet e incluso en diseños de camisetas. También ilustra artículos de la revista católica argentina Criterio, que lleva 80 años publicándose, todo un honor para él.

 Esther Iorfida

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